La tristeza más honda y dulce

Alejandra Pizarnik

Coleccionaba palabras; las seleccionaba y las distribuía en cajitas.

Luego las repartió: tras una selección perfecta, las liberó en versos memorables.

Se acercaba a todas las cosas con su extrema sensibilidad a flor de piel.

Su intensidad la consumió muy de prisa.

Sus poemas rondan siempre el abismo; al asomarse uno se extraña,  y la extraña.

 Hoy hace 38 años que decidió morir aquella tristedulce Alejandra.

Como siempre, es un gusto leerla:

.

L’obscurité des eaux

Escucho resonar el agua que cae en mi sueño.
Las palabras caen como el agua yo caigo. Dibujo
en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis
aguas, me digo mis silencios. Toda la noche
espero que mi lenguaje logre configurarme. Y
pienso en el viento que viene a mí, permanece
en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia
desconocida. A mí me han dado un silencio
pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada
como el único pájaro en el viento.

Anillos de ceniza

                                                         A Cristina Campo

Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

 Vértigos o contemplación de algo que termina

 

Esta lila se deshoja

Desde sí misma cae y oculta su antigua sombra.

 He de morir de cosas así.

 

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La palabra justa

Curiosas relaciones tienen ciertas palabras; indagar en ellas y comentarlas era su oficio ad honorem.

En el barrio algunos lo evitaban, otros lo aguantaban. Estaban también aquellos que lo incitaban. Todos lo habían  asumido como una característica más de la zona.

No era extraño hacer cola en la verdulería de «la» Adriana y escuchar de pronto que familia proviene del latín fámulo que significaba esclavo, y que ello explicaba su huida de cada relación que se volvía estable.

Más de una vez,  en la carnicería de José -entre tajo y tajo al cadáver de alguna vaca- se quedaba en un rincón comentando sus preferencias por determinados vocablos: que si al decir susurro se da origen al viento; que rojo te hace tropezar al principio; que nebulosa se demora dando vueltas en la boca antes de derramarse.

Si bien nadie sentía por él especial desagrado, en general rehuían de su compañía. No era raro ver las siluetas empezando a incomodarse, cómo se cruzaban los brazos repetidamente, cómo se agradecían al cielo las interrupciones. O cómo se inventaban.

-Hola que tal…no me diga, ¿así que andar  desorientado implica haber perdido el oriente? ¿Cómo los navegantes? Ah, sí claro…bueno,  pero lo dejo; acabo de recordar que llego tarde al taller de origami.

Finalmente, el otro día murió. Lo encontraron en la piecita que alquilaba cuando quisieron desalojarlo. En los medios de comunicación más importantes no se dijo ni una palabra; tampoco la escribieron. Seguramente sólo publican cosas importantes.

Quizá sea preferible, quien sabe cómo se trataría el tema. En su breve historia,  él se quedó con la última palabra.

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La rutina flota entre el recuerdo

La rutina flota entre el recuerdo. Acrílico, 2010.

Se derrama la sombra

al salir por la puerta:

el cuerpo entre paredes

mis recuerdos y yo,

al aire libre.

Francisco González Brizuela

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Un escritorio puede ser un mundo

Un escritorio puede ser un mundo; cosas por hacer, libros por leer, historias por crear y pulir.

También puede ser esa llanura desierta en la que solo el polvo se hace presente para quedarse.

En cualquier caso el mueble empezó a representar para él un antipático recordatorio de sus tareas pendientes. También de sus imposibilidades.  Solo hizo falta entonces la oportunidad y una caja de fósforos. El deseo de ver esa fogata lo enceguecía; se sintió embriagado de liberad.

Tras terminar un vaso de fiel cerveza se decidió: la ansiedad por dejarle el camino a las llamas provocó la quebradura de dos fósforos. Malditos esmirriados…

Entonces sí, el poderoso elemento comenzó a emitir calor y provocar sombras desde la punta de sus dedos. En ese momento él lo arrojó con placer hacia ese símbolo del mandato social.

Desde entonces, solo escribe de cuclillas en la arena.

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Sencillos deseos

Hoy quisiera tus dedos
escribiéndome historias en el pelo,
y quisiera besos en la espalda,
acurrucos, que me dijeras
las más grandes verdades
o las más grandes mentiras,
que me dijeras por ejemplo
que soy la mujer más linda,
que me querés mucho,
cosas así, tan sencillas, tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera
dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma.
Cosas quiero como que andes mi cuerpo
camino arbolado y oloroso,
que seas la primera lluvia del invierno
dejándote caer despacio
y luego en aguacero.
Cosas quiero, como una gran ola de ternura
deshaciéndome un ruido de caracol,
un cardumen de peces en la boca,
algo de eso frágil y desnudo,
como una flor a punto de entregarse
a la primera luz de la mañana,
o simplemente una semilla, un árbol,
un poco de hierba.

Gioconda Belli

(ELLAS leen a la poeta nicaragüense y les parece que esta mujer se desliza secretamente entre sus sentires más íntimos para luego ponerle letras y soltarlos al aire libre; ELLOS al leerla son seducidos inevitablemente. Solo que ELLOS la leen a escondidas, porque más de una vez se sonrojan y sienten que les falta mucho por aprender)

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Otras plumas a la calle

Sí, ya sé, es época de mundial. Pero como se demora los medios cuentan si la selección comió ravioles;  analizan si fue con tuco o crema. Bla, bla, bla.

Una antología es una selección, sí. Pero en este caso no hablamos de ellos, sino de ellas.

Ni son once; son diez.

Este jueves se presenta Dora narra, y otras plumas irrumpen en el panorama cordobés. Diversidad, variedad de estilos, textos de lectura recomendada. Estéticas conciliables  sin conceder en lo más mínimo.

Ellas afirman llamarse  Eugenia Almeida, Elena Anníbali, Alfonsina Clariá, Julieta Fantini, Elisa Gagliano, Candelaria Jaimez, Karina López, Eloísa Oliva, Maricel Palomeque y Leticia Ressia.

El compilador responsable firma: Alejo Carbonell .

A quienes vayan a General Paz 33 -e ingresen al Genaro Pérez- los espera esta agradable presentación y la música de  MA Yon-chi con Impulsive Sugar Rush.

Pensaré si ir o sintonizar el minuto a minuto de las conductas gastrointestinales de Messi.

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A Don Quijote

A mis viejos

Fuiste

estandarte de la locura

ferviente defensor de lo ilusorio,

creyente visceral de lo imposible…

Fuiste inspiración, dolor, llanto

impotencia, carcajada, amor,

relato extraordinario…

Armadura de hojalata

permeable armadura,

brava con la injusticia,

benigna con la dulzura.

Tus corridas entusiastas

la garganta desgarrada, abierta a pleno,

reto al enemigo

y canto al valor…

No hay tiempo para el miedo

cuando la causa urge,

ni monstruoso divague

cuando el amor rebalsa.

¡Cuánto puede apresar la envidiosa cordura

a quién se enlaza con la utopía!

La prudencia oprime

exigiéndole  juicio al delirio,

pero al final se derrumba

y la locura

se des-pa-rra-ma.

La muerte no fue fin con tu muerte,

ella no pudo frustrar tu vida.

Hoy

tu tierno andar

imprime

un ritmo en nuestra historia,

y tu existencia cabalga:

perseverando, perseverando, perseverando…

__________________________________________________________________________

Gabriela González Brizuela

Invierno 2007

Imágen: BBC Mundo

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Perspectivas

Él estaba acostumbrado a observar casi todo desde abajo, en un ángulo que oscilaba entre los 35º y 80º.  Los complejos los había dejado en el portón de la escuela; aquellas relaciones también.

Sus días fluían mecidos por la certidumbre de poseer un plano favorable para contemplar de manera más completa todo aquello que le rodeaba.  Si bien la soledad se le había acercado para ya no dejarlo, él no se autocompadecía de ello.

Empezó a asumir esa ambivalente libertad como un designio más de los dioses; si a Ulises lo demoraron diez años lejos de su isla mientras su hijo crecía, con él no parecían haberse ensañado tanto.

En comparaciones de ese tipo trabajaba su mente mientras caminaba cada mañana hacia su trabajo. También ocurría al regresar. Solo se detenía al pasar debajo de aquella ventana y, al ver esas macetas como aferradas a la reja, a veces sonreía al imaginarlas trepando en busca de sus respectivas Julietas.

Otras veces palidecía al imaginarlas al borde de un suicidio inminente.

Pero siguió pasando día tras día,  mes tras mes creyendo verlo todo desde ese punto. Nunca supo que al observar esa ventana él también era observado. La apertura de ese ángulo entre los cristales y sus ojos le impedirían comprobar que ella lo esperaba puntualmente.

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Símbolos sueltos

Llama un amigo, invita a paticipar de su proyecto; confiadamente ofrece un espacio para que uno reflexione sobre aquello que más le interesa. Acepto.

Entonces los símbolos se acomodan el flequillo con saliva, sacuden las pantuflas y se disponen a visitar otros lugares y recordar las útlimas lecturas. Los dedos se mueven:

Reconozco que soy uno de esos lectores que muchas jornadas acuden a la cadencia del colectivo para arropar sus lecturas. Es más, podría defender a ultranza ese espacio frente a las apologías de la hamaca, una silla o la cama…ni qué hablar de leer en la playa, dejémonos de joder.

Pero hay que reconocer que…(leer la nota completa)

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Departamento once

El maquillaje no disfraza su tristeza

el gibré esparcido por su cuerpo

solo ilumina la huida de la ordinaria soledad

la blonda peluca recién peinada

cubre los pensamientos

más intrépidos del pasado

y los zapatos de charol colorado

esperan un amor que se cansó de viajar

las medias red cuidadosamente subidas hasta su entrepierna

simbolizan el camino al firmamento

el vestido de lentejuelas oscuras,

colgado aún en el armario de su historia,

conserva aquel final poco feliz

otra noche entre whisky y cigarros baratos

otro nuevo desafortunado caballero que viene y se va

y ella espera que el castigo de su ambigüedad infante se haga almíbar

para convertirse en una señora de guantes de seda

ya nadie golpea su puerta

ningún aventurero desea jugar en su jardín

su loca boca no tiene monumento

sus manos pintadas de inocencia

no guardan billetes verdes en el cajón

las ínfulas que alguna vez pretendió

se desvanecieron tras el diagnóstico infalible de su salud

cubriendo con un paño de raso negro

el destino evidente de su cruz.

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Emi Vega Hunicken, 2010.

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