Nada mejor que salir a husmear anaqueles y canjear libros. Al menos si uno está solo y no desea quedarse en casa; ya se sabe que en ocasiones el silencio se hace demasiado real y termina por sacarte a los empujones.
-Hola, por estos cuatro: ¿cuánto tengo para el canje?
-Dejame ver, y… 55 pesos.
-Y bueh…de Daniel Moyano, ¿tiene algo?
-Mirá, justo lo estaba leyendo en esta antología que acabo de ingresar: está La espera.
-¿Y qué precio le va a poner?
-Y…25 pesos.
-Bien, lo llevo. Permiso, sigo buscando.
Empiezo por la «A» y mi dedo confianzudo acaricia el lomo de este libro de relatos de Woody Allen. La etiqueta marca$30. Rápidamente me decido.
Así recuerdo la tarde que traje a mi mesa de luz esta selección anárquica de relatos que tanto bien le hace a mi anémico sentido del humor.
Y es que al pasar las páginas queda claro que a pesar de hipocondrías, vidas pusilánimes o una muerte tan obstinada, podemos asomarnos sin poses ni caretas a esos retazos de historias que reflejan y caricaturizan divagaciones propias de nuestras laberínticas mentes.
De esta forma, el asiento de cualquier colectivo mugriento puede mutar rápidamente en diván sanador. Además, a esta receta de espontaneidad y risa autocrítica -a diferencia de mi terapeuta-, puedo posarla en la mesa de noche con facilidad.